jueves, 11 de septiembre de 2008
Julio 2008 - Una cuestión de actitud
¿Qué factores contribuyen (o no) para que bailemos cuando lo deseamos en la milonga? No hay una sola respuesta a este interrogante ni una única fórmula para atraer la atención de la persona con la que deseamos bailar..
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Podría conjeturarse que el hombre posee más ventajas ya que, en general, es quien toma la iniciativa. Sin embargo, las tácticas de la mujer para propiciar un encuentro también son diversas.
Empecemos por mencionar las dos formas corrientes de invitar a bailar: la no verbal –o sea, el cabeceo(1)– y el pedido directo. Esta última modalidad es habitual entre amigos, aunque se ha extendido bastante en los últimos tiempos.
De todas maneras, lograr bailar o no con una persona determinada no depende sólo del procedimiento que se elija para invitarla. También inciden la posibilidad de establecer un contacto visual franco, la circulación que permita el salón y la disposición de sus mesas, entre otros. Existen unos pocos lugares donde permanece una antigua costumbre: hombres sentados de un lado de la pista y mujeres, del otro; a modo de contienda. Allí el encuentro de las miradas es quizás más posible. Pero, repito, son los menos.
Podría conjeturarse que el hombre posee más ventajas ya que, en general, es quien toma la iniciativa. Sea a través del cabeceo o de la invitacion verbal, cuenta acaso con más alternativas a su favor. Sin embargo, hay otros elementos que podrían dificultar la invitación a una dama, por ejemplo: timidez, temor a una respuesta negativa o falta de conexión visual. En este último caso, puede solucionarlo desplazándose hasta entrar en el campo visual de ella y poder así invitarla.
Las tácticas de la mujer para propiciar un encuentro también son diversas. Van desde la sutileza de una postura presente, una mirada directa o un atuendo cuidado hasta la audacia –cada vez más frecuente– de tomar ella misma la iniciativa de invitarlo. Esta última práctica implica el riesgo de que el hombre no tenga particular deseo de bailar con ella. Entonces podría acceder sin ganas, sólo por cortesía, o bien rechazar el convite.
Algunas noches de milonga, luego de haber “planchado”(2), mis amigas y yo nos hemos quejado de que “no hay hombres” que nos saquen a bailar. En charla sobre este tema, Elina Roldán me contó que un amigo entrañable que nos dejó hace poco, Elvio Vitali –de profesión librero, militante de la cultura y milonguero– le dijo en relación a nuestra mesa de mujeres: “Ustedes están charlando con las cabezas clavadas en la mesa. Uno las quiere sacar a bailar pero no miran ni por casualidad.”
Tanto para hombres como para mujeres, el éxito en esta empresa mucho tiene que ver con la intención. Si bien siempre hay factores externos o imponderables que pueden complicar la posibilidad de bailar, la actitud juega un rol fundamental. •
• (1) Cabeceo: Sutil inclinación de la cabeza que realiza el hombre desde cierta distancia de la mujer mientras sostienen ambos la mirada. A veces el gesto es acompañado por la pregunta “¿Bailás?” pronunciada en voz baja.
• (2) Planchado: Participio de “planchar”: tener deseos de bailar y no poder hacerlo por falta de invitaciones y/o aceptaciones.
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One could conjecture that the man possesses more advantages since, in general, he takes the initiative. However, the woman also has several tactics to propitiate an encounter.
What factors contribute (or not) so that we dance when we want to at the milonga? There is not just one answer to this question or a sole formula to attract the attention of the person with whom we desire to dance.
Let’s start by mentioning the two normal ways of inviting to dance: the non-verbal one –that is to say, the cabeceo (1)– and the direct invitation. This last modality is habitual among friends, although it has extended quite a bit lately.
In any case, to manage to dance or not with a specific person does not depend only on the procedure chosen to invite him/her. The possibility to establish clear eye contact, the circulation allowed by the room and the way the tables are laid out, among others, also have an impact. A few places still exist where an old custom remains: men are seated on one side of the dance floor and women on the other, like in a combat. In this case the meeting of the eyes is perhaps easier. But, I repeat, they are not very many places like that left.
One could conjecture that the man possesses more advantages since, in general, he takes the initiative. Either through the cabeceo or verbal invitation, he has perhaps more alternatives in his favor. However, there are other elements that could complicate the invitation to a lady, for example: shyness, fear of a negative answer or lack of visual connection. In this last case, he can solve it by moving until he enters in the visual field of the woman so that he is able, then, to invite her
The tactics of the woman to favor an encounter are also diverse. They go from the subtlety of a posture denoting presence, a direct look or a careful attire, to the boldness –increasingly more frequent– of the woman herself taking the initiative to invite him. This last practice implies the risk that the man may not want to dance with her. Then he might accept without really wanting to do it, only as a courtesy, or reject the invitation.
Some nights of milonga, after having planchado (2), my friends and I have complained that "there are no men" that ask us to dance. Talking about this subject, Elina Roldán told me that a dear friend that left us not too long ago, Elvio Vitali –bookseller by profession, culture militant and milonguero– told her about our table of women: "You are chatting with your eyes nailed to the table. One wants to ask you to dance but you do not look, not even by chance."
Both for men and for women, success in this enterprise has a lot to do with intention. Though there are always external or imponderable factors that can complicate the possibility to dance, attitude plays a fundamental role.
• (1) Cabeceo: Subtle inclination of the head of the man performed at some distance from the woman while they both make eye contact. At times the gesture is accompanied by the question "¿Bailás?" (would you like to dance?) said in a quiet voice.
• (2) Planchado: Participle of planchar: to have the desire to dance and not to be able to do it for lack of invitations and/or acceptances.
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Publicado en El Tangauta - EDICION nro 165
Traducción: Dolores Longo.
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